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Guadalupe Alonso
Guadalupe Alonso

Camille Claudel (1864-1943)

 

Genial escultora que consiguió el éxito de la crítica, pero cuya vida personal estuvo marcada por la desesperación, la enfermedad y el desamor, así como por el rechazo de su familia y el fracaso de su relación con los hombres.



Hermana del célebre poeta y diplomático Paul Claudel, Camille sintió desde muy joven la atracción por la escultura, iniciando sus estudios junto a Paul Dubois –por aquel entonces director de la Escuela de Bellas Artes de París–, y más tarde en la Academia Colarussi, también en la capital del Sena.

Fue en aquella etapa parisina, en 1883, cuando la joven Camille conoció al genial escultor Auguste Rodin, en cuyo taller comenzó a trabajar. La relación entre ambos fue en un principio la habitual entre un discípulo y su maestro, pero no pasó mucho tiempo antes de convertirse en algo más.

Con su singular y delicada belleza, su pasión juvenil y su particular temperamento, Camille no tardó en convertirse en la musa, modelo y amante de su maestro, a quien también ayudó en algunas de sus obras más famosas, como las imponentes y monumentales ‘Puertas del Infierno’.

Por desgracia para la joven artista, el corazón de Rodin pertenecía a otra mujer, Rose Beuret, con quien acabaría casándose al final de su vida. Pese a todo, Camille mantuvo la relación con su maestro –que le superaba ampliamente en edad– durante varios años.

En todo aquel tiempo las peleas, rupturas y reconciliaciones fueron continuas y habituales, pero paradójicamente sirvieron para espolear el espíritu creativo de ambos artistas. Un buen ejemplo de ello es la escultura de Camille ‘L’Âge Mûr’ (La edad madura), en la que la joven se representó a sí misma de rodillas ante Rodin, quien aparece dándole la espalda mientras un ángel-demonio (Rose) le aparta de su lado.

Camille llegó a quedar embarazada y, a pesar de que Rodin le prometió por escrito que se casaría con ella, el maestro nunca cumplió su palabra. Este rechazo, unido al aborto que sufrió, llevaron a Camille a romper con Rodin en 1892, aunque seguiría viéndole a menudo durante otros seis años.

Tras la ruptura con Rodin, la escultora inició una nueva relación sentimental con el músico Claude Debussy, que acabó de nuevo en fracaso, pues también él mantenía relaciones con otras mujeres al mismo tiempo.


A diferencia de su atormentada vida sentimental –que lógicamente fue haciendo mella en el ánimo de la artista–, su carrera artística parecía imparable, pues la crítica se deshacía en elogios hacia su obra. No obstante, Camille siempre sintió que seguían considerándola como una simple discípula de Rodin.

Para aquel entonces –comienzos de siglo XX–, Claudel ya había comenzado a sufrir crisis nerviosas, que en ocasiones la llevaron a destruir algunas de sus obras ante la atónita mirada de críticos y admiradores.

Su estado mental fue empeorando con el tiempo, pues se encerró en su piso de la calle Bourbon de París, donde vivía rodeada de gatos y gritaba a todas horas. Aunque la mayor parte de su familia –y en especial su madre y hermana– quisieron ingresarla en una institución psiquiátrica, su padre se opuso hasta su muerte, ocurrida en marzo de 1913.

Fue entonces cuando sus familiares consiguieron internarla en un manicomio –primero en el sanatorio de Ville-Evrard, y más tarde en el de Montdevergues, en Avignon–, donde permanecería encerrada treinta años, hasta sus últimos días.


Camille había llevado una forma de vida que resultaba inaceptable para una mujer a ojos de la rígida moral de la época –siempre, además, a espaldas de parte de su familia–, así que su madre y su hermana vieron en su enfermedad mental la ocasión perfecta para deshacerse de su incómodo comportamiento.

Ni siquiera cuando años después parecía haber recobrado la salud y suplicó a su hermano Paul que la sacara de aquel lugar hicieron caso a sus ruegos. De hecho, la familia prohibió tajantemente que pudiera recibir visitas de sus antiguos amigos y admiradores. Así pasó el resto de sus días, hasta su muerte en 1943.

Incluso entonces fue víctima del olvido, pues acabó enterrada en una tumba sin nombre, en el propio camposanto del manicomio. Cuando su hermano Paul falleció en 1955, algunos familiares y admiradores decidieron recuperar sus restos y darle una sepultura digna. Pero ya era tarde. Unas obras en el sanatorio habían removido el lugar del enterramiento, y sus restos habían desaparecido.

Hoy un humilde monumento recuerda en el cementerio de Montfavet a la genial escultora, cuyas obras se encuentran repartidas por museos de todo el mundo, mostrando el producto de un talento que nada tiene que envidiar al de quien un día fue su compañero, amante y maestro.

 

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© Guadalupe Alonso Ramos